Estos últimos meses digamos que
he estado pasando por una situación un tanto antisocial, debido a que me
abstuve casi completamente a contacto directo con seres humanos en cualquier
ámbito, y digo casi porque como bien nos enseñó no recuerdo quién, los absolutos
no existen pues obviamente tenía que convivir cotidianamente con mis compañeros
de la escuela y maestros.
Fuera de la escuela, dejé de
salir con mis amigos y de ir a las fiestas o reuniones a las que me invitaban,
limitándome únicamente a sentarme frente a la computadora y sólo existir. Sin
embargo, luego de este periodo de tiempo en el que viví como ermitaño, decidí
dejar de andar de antipático y aceptar una casual invitación que me hizo un amigo sobre
ir a unos XV años.
La verdad en un principio no
tenía pensado ir, simplemente le dije a mi amigo que sí para no quedar mal,
pero el mero día no me iba a dignar a presentarme dado que en primer lugar, no
conocía a la quinceañera e iría de colado y eso se me hace súper patético, no
obstante, luego de analizar lo monótona y aburrida que se había vuelto mi vida,
decidí restablecer mis lazos con los humanos e ir a la fiesta (y aprovechar a
relacionarme con la carne joven y fresca de las de primer año y así aumentar mi
popularidad).
Empero, no todo fue tan fácil,
porque dado que yo no conocía a la quinceañera y como era una fiesta privada,
debía obtener un pase, cosa de la que se encargó mi amigo, porque a una semana
de los XV años, logró conseguirme un pase (a mí y a otro amigo) para poder
tener acceso a aquel salón y cuando el día de la fiesta finalmente llegó, todo
desembocó en la siguiente anécdota.
La planeación.
Para antes de la noche de la
fiesta ya habíamos puesto las cartas sobre la mesa, yo y mis otros dos amigos
(a los que a partir de ahora y por comodidad, llamaré Oscar y Anthony)
proyectamos la situación de esa noche cual junta ejecutiva: el objetivo era
hacernos populares entre las niñas de primero ya que éramos los del grado más
alto entre los invitados y casi por antonomasia, los que serían más atractivos
para las pollitas.
Entonces visualizamos primero
en qué manera tendríamos que ir vestidos para llamar la atención y dar una
buena impresión a las morras, y sé que muchos de ustedes dirán “¡Ay o sea, pues
es súper obvio que para ir a unos XV años tienen que ir de traje, gatos!”, pero
pues estábamos emocionados y no pensamos automáticamente eso, sin embargo, al
final decidimos ir bien trajeados de la manera más decente y elegante posible.
También discutimos sobre
nuestra actitud en ese momento, si bien durante las clases y mientras estábamos
en la escuela echábamos desmadre a más no poder, diciendo una sarta
inconmensurable de estupideces a diestra y siniestra, puesto que por alguna
razón mientras estábamos en la escuela una especie de interruptor de estupidez
se activaba, aquella era una actitud que no podíamos presentar en la fiesta,
pues si queríamos atraer a las chicas, tendríamos que portarnos con clase y
decencia.
No obstante, como lo único importante no era sólo la vestimenta y la actitud, teníamos también que checar qué otros factores podrían ayudarnos a romper el hielo, así que tras pensar unos momentos finalmente encontramos el objeto que funcionaría como el afrodisiaco social perfecto: como se vería demasiado guarro llevar unas chelas, nos inclinamos por llevar una caja de cigarrillos mentolados para atraer a las masas.
No obstante, como lo único importante no era sólo la vestimenta y la actitud, teníamos también que checar qué otros factores podrían ayudarnos a romper el hielo, así que tras pensar unos momentos finalmente encontramos el objeto que funcionaría como el afrodisiaco social perfecto: como se vería demasiado guarro llevar unas chelas, nos inclinamos por llevar una caja de cigarrillos mentolados para atraer a las masas.
Con eso puesto en la mesa,
acordamos que la hora de partida sería a las 8 de la noche en punto, ni un
minuto más, ni un minuto menos, puesto que los padres de Oscar tenían algo que
hacer después de pasarnos a dejar a la fiesta y la puntualidad era algo
menester.
Afortunadamente, una noche
antes de la fiesta yo me había quedado con otros dos amigos a jugar videojuegos
hasta el amanecer y compramos una caja de cigarros mentolados, sin embargo,
dado que a uno de ellos lo acompañé a un mandado que tenía que hacer, no me dio
tiempo de pasar hasta mi casa por los cigarros, pues tenía el tiempo encima
para llegar al punto de encuentro puntualmente.
Viendo esta situación tan
desesperada, conseguí 50 pesos y fui a una tienda a comprar una caja yo mismo.
Una vez hecho esto, me lancé corriendo al punto de encuentro, al cual llegué
(muriéndome de cansancio, por eso no deben fumar chicos) apenas unos minutos
pasados de las 8.
Cuando visualicé a mis amigos y
al ver lo elegantes y guaperrimos que estábamos, juro que casi pude escuchar
esta canción sonando de fondo mientras caminábamos por las oscuras aceras,
únicamente iluminadas por los faros y las estrellas:
*Inserte aquí a nosotros 3 caminando en slow motion*
Cuando estuvimos reunidos, algo era seguro, el gran día había llegado, nuestra popularidad aumentaría y la noche era joven, apenas estaba iniciando.
La llegada.
En el camino al salón donde la
fiesta se estaba llevando a cabo, íbamos platicando acerca de lo bien que nos
iría, platicábamos también de lo bien que nos veíamos (a excepción de Anthony,
que tenía su traje en la tintorería y en lugar de un saco, llevaba puesta una
chamarra) y verificamos que todo saliera como planeamos, los cigarros estaban
donde tenían que estar, no obstante, ni lento ni perezoso, la primera traba de
la noche no tardó en llegar: Debido a las carreras se me había olvidado en mi
casa el pinche pase.
Mi expresión cambió de una
manera bastante abrupta en ese momento, sentí que el mundo se derrumbaba y que
esa noche que habíamos dilucidado varias semanas atrás y que se perfilaba tan
perfecta en nuestra joven mente, comenzaba a caerse en pedazos.
Aun a pesar de las
adversidades, no nos íbamos a dejar que un pequeño error jodiera lo que
habíamos estado planificando, por lo que haciendo uso de nuestro potente
cociente intelectual, comenzamos a idear una solución racional para mi problema
y luego de un poco de razonamiento, llegamos a la conclusión de que, dado que
la fiesta empezaba a las 8:30 e íbamos a tiempo para llegar a ese precisa hora,
lo más probable era que la seguridad aun no se hiciera presente en el evento,
por lo que podríamos pasar sin que nuestros pases o nuestros nombres en lista
fueran corroborados.
Luego de eso, nos
tranquilizamos y mantuvimos la templanza durante el resto del camino, hasta que
finalmente llegamos al salón en el que se realizaría el evento.
Una vez ahí, nos dimos cuenta
que en general, habían varios salones (todos muy elegantes, por cierto) dentro
del complejo, por lo que fuimos preguntando donde eran los XV años, hasta que
finalmente hayamos el salón correcto, que por la iluminación, bien parecía un
antro.
Entramos y luego nos formamos
detrás de una fila relativamente corta de personas que ya habían arribado al
evento. Todos lucían espectaculares, eran un collage de vestidos de cóctel y
trajes de gala a los que nosotros nos sumamos, en ese momento, fue cuando el
segundo susto de esta anécdota ocurrió: Un tipo encargado de la seguridad nos
anunció que si no nos encontrábamos en lista, teníamos que presentar nuestro
pase.
Obviamente esto jodió el plan
que habíamos pensado, la situación proyectada no había salido como lo
esperábamos, por lo que nuevamente comenzamos a plantear una serie de
posibilidades acerca de lo que podíamos hacer.
La situación era la siguiente:
Éramos yo, Oscar y Anthony, mientras Oscar estaba en lista, Anthony tenía su
pase en mano, el único que se encontraba jodido era yo, por lo que solamente
existían dos vertientes, o bien lográbamos de alguna manera y con una táctica a la misión imposible evitar a la
seguridad y lograr entrar al salón sin problemas, o bien esperar a la
quinceañera en la recepción (en compañía de Oscar, porque era al único que
conocía de los 3), y aunque admito que creí que me darían la espalda y serían
lo suficientemente culeros como para dejarme ahí, Oscar sugirió que
intentáramos entrar como si nada y si nos regresaban, que él esperaría conmigo
para pedirle a la quinceañera que nos dejara entrar.
A pesar de que nos esperábamos
lo peor, tratamos de no mostrarnos nerviosos, aunque con cada peldaño de la
escalera de cristal que subíamos nos moríamos por dentro cada vez más, hasta
que luego de lograr llegar a la cima, conseguimos entrar sin ningún problema al
lugar al tiempo de que exhalábamos un gran suspiro de alivio.
Una vez arriba, visualizamos el
lugar: era medianamente amplio, con mesas de cristal alrededor de la pista
igualmente de cristal y adornada con luces, unas mesas acolchonadas de cuero
blanco hasta los extremos donde se sentarían los jóvenes, tras la pista el
escenario donde estaban los equipos de audio y la banda y un curioso papel
tapiz pegado en las paredes, que evocaba a los castillos de la época
victoriana.
Sin prestarle mucha atención a
todas esas cosas, nos adentramos en el lugar y nos sentamos en las mesas
acolchonadas para relajarnos un poco de la tensa situación que nos había
acontecido. Posteriormente, comenzaron a llegar unos conocidos del primer año,
a los que ofrecimos encarecidamente que nos hicieran compañía. Las chicas
también comenzaron a llegar pero se sentaron con la bolita de su salón en la
mesa contigua. El plan iba bien, era sólo cuestión de tiempo, así que para
empezar la noche bien, llamamos al mesero y le pedimos una ronda de bebidas.
Fue ahí cuando el tercer problema se presentó, pues el mesero nos dijo:
“Lo
siento jóvenes, pero el papá de la quinceañera me mandó a que no sirviera
bebidas alcohólicas a ninguno de los muchachos”
Y a pesar de que intenté
utilizar mi poder de convencimiento y mi facilidad del habla para explicar que
éramos mayores de edad, no nos creyó, sin embargo, Anthony quien se veía como
el mayor de nosotros 3 (aunque realmente es el menor), consiguió que nos
trajeran un trago de margarita, el cual bebimos entre nosotros.
Luego de que el mesero nos informó
que dado que nosotros sólo éramos amigos de la quinceañera y no parte de su
familia real, no éramos dignos de recibir cena sino que se nos darían
simplemente aperitivos. Y aunque en primera instancia esto nos desagradó, al
final nos sirvió de mucho puesto que mientras en la mesa de las chicas de
primero sólo sirvieron comida para picar, en la nuestra sirvieron no sólo
comida para picar, sino pastelillos, galletas y sushi.
Al ver esto, las chicas
comenzaron a acercarse al por mayor, sin embargo, las únicas que realmente
tienen algo relevante de lo qué narrarse en este artículo son sólo 3, a las que
llamaremos Moon, Taiga (porque esta se parece a Taiga Aisaka de Toradora y
aparte es otaku y gamer) y Shrek (porque su nombre está raro y me recuerda al
nombre de este personaje). Ellas y compañía se presentaron con nosotros y
comenzamos a platicar y a pedirnos si podían entrarle al sushi, a lo que
accedimos.
Irónicamente, Taiga no sabía
comer con palillos chinos, estaba picando el sushi para poder llevárselo a la
boca, por lo que le enseñé a ella y a Oscar a usarlos, tuve suerte con Oscar
pues él aprendió rápidamente, pero con Taiga… no tanto.
Luego de ese pequeño muy buen
entremés que nos dimos, confluimos en que era hora de poner en marcha nuestro
segundo plan: ir a fumar afuera y tal como lo esperábamos, las chicas nos
siguieron afuera para seguir socializando y todo ese pedo.
El ligue.
Una vez en la terraza, a la que se accedía al atravesar un par de puertas de cristal, prendimos un cigarro para cada quién y uno que otro para las chicas, comenzamos a platicar y todo, y de repente, ocurrió el evento más relevante de la noche, el evento que definió y destinó a las parejas que no sólo estarían con nosotros ese día, sino también posteriores.
Las chicas al estar enfundadas
en vestidos que dejaban descubiertos sus hombros y piernas, y al recibir
directamente la fría brisa de la noche, comenzaron a decir que tenían frío y
como yo específicamente estaba hablando con Moon, ocurrió lo siguiente:
-Yusei: Si tienes frío,
¿por qué no vas por tu abrigo?
-Moon: Es que no quiero
ir hasta allá.
En ese momento, vi reflejada mi oportunidad, la diosa de la victoria me sonreía, así que desabotoné mi saco y tras quitármelo se lo extendí pidiéndole que lo usara para que entrara en calor, a lo que ella agradeció y me dijo que me quería y que era muy lindo… sí, todo eso por darle mi saco.
Quizás lo más hilarante de todo
esto fue que todas las demás que tenían frío, se me quedaron viendo así de
“¡Hijo de puta, yo también me estoy congelando aquí!”, sin embargo, Oscar le
cedió su saco a Taiga y Anthony a Shrek, por lo que los sacos escogieron a
nuestra pareja de esa noche y cada loco estuvo con su tema, cada quien platicó
con su respectivo love interest.
Fue ahí cuando la cuarta
contingencia de la noche ocurrió, Moon entonces vio a un tipo que disque
conocía y luego se fue a platicar con él, y no conforme con eso, encima me
mandó a que me entregaran el saco con un amigo… puta madre, por qué todas van
contra mí.
En ese momento, incluso mis
camaradas comenzaron a burlarse de mí, sin embargo, me mostré indiferente ante
aquella situación, pues aunque a esa niña la tenía en un concepto de “santa”,
esa imagen se fue desmintiendo y me fui haciendo una idea de que no era
precisamente lo que se dice una chica bien.
Sorprendentemente y aunque
usted no lo crea, Moon regresó a los 15 minutos y le cedí nuevamente mi saco,
ella entonces mientras platicábamos comenzó a abrazarme y a recargar su cabeza
contra mi hombro e incluso a morderme de una manera muy sexy y va de nuez,
solamente por cederle mi saco.
En ese momento sentí que una
vez más había burlado al trágico destino que me quería joder en esa noche y
esbocé una sonrisa de oreja a oreja más o menos así.
He ganado... justo como lo planeé
Después de eso, de alguna
manera acabé en una platica sexosa con Moon en la que me explicaba que no le
gustaba que sus pechos fueran tan pequeños, pero que se compasaba con lo que
tenía de “atrás”, a lo que yo simplemente asentía y sonreía.
Una vez nos acabamos nuestros
cigarros, nos dijeron que la entrada de la quinceañera estaba a punto de
empezar, por lo que regresamos al interior del salón a presenciar el
espectáculo.
Yusei en el país de las maravillas.
Cada quien regresó a sus
respectivos asientos y presenciamos la entrada de la quinceañera, que realmente
a mí y a mis camaradas nos sacó de onda porque era una entrada fuera de lo convencional, tenía
un tema que de alguna manera era una versión mórbida de Alicia en el País de
las Maravillas. Toda la presentación no tenía ni pies ni cabeza, no entendíamos
nada, primero un tipo cantando opera, después tipos en disfraces victorianos
excéntricos en zancos que presentaban algo que nadie entendía, luego el vals
con los chambelanes disfrazados de príncipes, luego dos chinos peleando… Era
como si Tim Burton se hubiese drogado y hubiese plasmado en la realidad sus
ideas más mórbidas.
Básicamente, esto era la presentación
Luego que todo eso finalmente
acabó (y no es que haya durado poquito, pues duró cerca de 2 horas), seguimos
con nuestra onda, nos tomamos una foto en la que Moon se sentó en mis piernas y
posteriormente, fue el momento que todos (excepto yo) esperábamos, el tiempo de
mover el bote.
Bailando por un sueño.
Realmente a la hora de bailar no sucedió nada relevante, básicamente empezamos bailando libremente, agradezco haber tomado 2 clases de salsa antes de eso, porque si no hubiese bailado a lo pendejo a la hora de bailar con Moon, quien a decir verdad bailó conmigo literalmente 1 minuto antes de irse.
El resto de la noche me la pasé
bailando con Taiga, mientras Oscar hacía gala de sus habilidades de baile, sin
embargo, debido al entusiasmo que le ponía yo no me quedaba atrás. Por su
parte, Anthony se la pasó bailando con Shrek toda la noche y con el mismo ritmo
siempre, y cuando digo siempre, es siempre. Eso y además de que no le importó
que estuviésemos en un lugar donde debíamos dar una buena impresión, él siguió
haciendo estupideces, cosa que no le ayudó mucho con Shrek.
Luego llegó la hora del hijo de
puta payaso de rodeo, en el cual yo hice el ridículo más grande de mi vida pero
pues ni pedo, eso me pasa por jugarle al cabrón y finalmente la hora del
reggaetón, donde Moon empezó a perrear con Oscar y la quinceañera empezó a
perrear con 3 tipos al mismo tiempo.
Aquí quiero hacer un pequeño
paréntesis, o sea, ¡¿Los jefes de la quinceañera no dejan que tomemos alcohol
pero sí permiten que su hija perree con 3 weyes al mismo tiempo?! ¡No chinguen!
Como sea, luego de eso Oscar y
Anthony se fueron, yo me quise quedar para ver si podía hacer algo más con
Moon, pero no se pudo ya que se la pasaron sentados el resto de la noche, por
lo que luego de fumarme un par de cigarros con un gay (que por cierto, no sabía
que era gay), decidí abrirme de ese lugar.
¿Qué ahí quedó todo y me fui como perro con la cola entre las patas? ¡No señor! En el periodo after party, cuando llegó nuevamente el momento de ir a la escuela, me hice amigo de la quinceañera y me empecé a llevar bien acá con Taiga y Shrek, respecto a Moon creí que lo suyo era fiebre de una sola noche, pero cuando vi que se andaba dando cariñitos con otros weyes de otros grupos y que cuando me saludó me mandó un beso, me di cuenta de que estaba equivocado y desde entonces somos amigos cariñositos, pero pues eso es otra historia.
Lo que realmente importa es que
al final todo fue un éxito… Me muero de ganas por ir a los próximos XV años.
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