sábado, 8 de diciembre de 2012

El otro día fui a unos XV años interesantes




Estos últimos meses digamos que he estado pasando por una situación un tanto antisocial, debido a que me abstuve casi completamente a contacto directo con seres humanos en cualquier ámbito, y digo casi porque como bien nos enseñó no recuerdo quién, los absolutos no existen pues obviamente tenía que convivir cotidianamente con mis compañeros de la escuela y maestros.

Fuera de la escuela, dejé de salir con mis amigos y de ir a las fiestas o reuniones a las que me invitaban, limitándome únicamente a sentarme frente a la computadora y sólo existir. Sin embargo, luego de este periodo de tiempo en el que viví como ermitaño, decidí dejar de andar de antipático y aceptar una casual invitación que me hizo un amigo sobre ir a unos XV años.

La verdad en un principio no tenía pensado ir, simplemente le dije a mi amigo que sí para no quedar mal, pero el mero día no me iba a dignar a presentarme dado que en primer lugar, no conocía a la quinceañera e iría de colado y eso se me hace súper patético, no obstante, luego de analizar lo monótona y aburrida que se había vuelto mi vida, decidí restablecer mis lazos con los humanos e ir a la fiesta (y aprovechar a relacionarme con la carne joven y fresca de las de primer año y así aumentar mi popularidad).

Empero, no todo fue tan fácil, porque dado que yo no conocía a la quinceañera y como era una fiesta privada, debía obtener un pase, cosa de la que se encargó mi amigo, porque a una semana de los XV años, logró conseguirme un pase (a mí y a otro amigo) para poder tener acceso a aquel salón y cuando el día de la fiesta finalmente llegó, todo desembocó en la siguiente anécdota.

La planeación.

Para antes de la noche de la fiesta ya habíamos puesto las cartas sobre la mesa, yo y mis otros dos amigos (a los que a partir de ahora y por comodidad, llamaré Oscar y Anthony) proyectamos la situación de esa noche cual junta ejecutiva: el objetivo era hacernos populares entre las niñas de primero ya que éramos los del grado más alto entre los invitados y casi por antonomasia, los que serían más atractivos para las pollitas.

Entonces visualizamos primero en qué manera tendríamos que ir vestidos para llamar la atención y dar una buena impresión a las morras, y sé que muchos de ustedes dirán “¡Ay o sea, pues es súper obvio que para ir a unos XV años tienen que ir de traje, gatos!”, pero pues estábamos emocionados y no pensamos automáticamente eso, sin embargo, al final decidimos ir bien trajeados de la manera más decente y elegante posible.

También discutimos sobre nuestra actitud en ese momento, si bien durante las clases y mientras estábamos en la escuela echábamos desmadre a más no poder, diciendo una sarta inconmensurable de estupideces a diestra y siniestra, puesto que por alguna razón mientras estábamos en la escuela una especie de interruptor de estupidez se activaba, aquella era una actitud que no podíamos presentar en la fiesta, pues si queríamos atraer a las chicas, tendríamos que portarnos con clase y decencia.

No obstante, como lo único importante no era sólo la vestimenta y la actitud, teníamos también que checar qué otros factores podrían ayudarnos a romper el hielo, así que tras pensar unos momentos finalmente encontramos el objeto que funcionaría como el afrodisiaco social perfecto: como se vería demasiado guarro llevar unas chelas, nos inclinamos por llevar una caja de cigarrillos mentolados para atraer a las masas.

Con eso puesto en la mesa, acordamos que la hora de partida sería a las 8 de la noche en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos, puesto que los padres de Oscar tenían algo que hacer después de pasarnos a dejar a la fiesta y la puntualidad era algo menester.

Afortunadamente, una noche antes de la fiesta yo me había quedado con otros dos amigos a jugar videojuegos hasta el amanecer y compramos una caja de cigarros mentolados, sin embargo, dado que a uno de ellos lo acompañé a un mandado que tenía que hacer, no me dio tiempo de pasar hasta mi casa por los cigarros, pues tenía el tiempo encima para llegar al punto de encuentro puntualmente.

Viendo esta situación tan desesperada, conseguí 50 pesos y fui a una tienda a comprar una caja yo mismo. Una vez hecho esto, me lancé corriendo al punto de encuentro, al cual llegué (muriéndome de cansancio, por eso no deben fumar chicos) apenas unos minutos pasados de las 8.

Cuando visualicé a mis amigos y al ver lo elegantes y guaperrimos que estábamos, juro que casi pude escuchar esta canción sonando de fondo mientras caminábamos por las oscuras aceras, únicamente iluminadas por los faros y las estrellas:


*Inserte aquí a nosotros 3 caminando en slow motion*



Cuando estuvimos reunidos, algo era seguro, el gran día había llegado, nuestra popularidad aumentaría y la noche era joven, apenas estaba iniciando.

La llegada.

En el camino al salón donde la fiesta se estaba llevando a cabo, íbamos platicando acerca de lo bien que nos iría, platicábamos también de lo bien que nos veíamos (a excepción de Anthony, que tenía su traje en la tintorería y en lugar de un saco, llevaba puesta una chamarra) y verificamos que todo saliera como planeamos, los cigarros estaban donde tenían que estar, no obstante, ni lento ni perezoso, la primera traba de la noche no tardó en llegar: Debido a las carreras se me había olvidado en mi casa el pinche pase.

Mi expresión cambió de una manera bastante abrupta en ese momento, sentí que el mundo se derrumbaba y que esa noche que habíamos dilucidado varias semanas atrás y que se perfilaba tan perfecta en nuestra joven mente, comenzaba a caerse en pedazos.

Aun a pesar de las adversidades, no nos íbamos a dejar que un pequeño error jodiera lo que habíamos estado planificando, por lo que haciendo uso de nuestro potente cociente intelectual, comenzamos a idear una solución racional para mi problema y luego de un poco de razonamiento, llegamos a la conclusión de que, dado que la fiesta empezaba a las 8:30 e íbamos a tiempo para llegar a ese precisa hora, lo más probable era que la seguridad aun no se hiciera presente en el evento, por lo que podríamos pasar sin que nuestros pases o nuestros nombres en lista fueran corroborados.

Luego de eso, nos tranquilizamos y mantuvimos la templanza durante el resto del camino, hasta que finalmente llegamos al salón en el que se realizaría el evento.

Una vez ahí, nos dimos cuenta que en general, habían varios salones (todos muy elegantes, por cierto) dentro del complejo, por lo que fuimos preguntando donde eran los XV años, hasta que finalmente hayamos el salón correcto, que por la iluminación, bien parecía un antro.

Entramos y luego nos formamos detrás de una fila relativamente corta de personas que ya habían arribado al evento. Todos lucían espectaculares, eran un collage de vestidos de cóctel y trajes de gala a los que nosotros nos sumamos, en ese momento, fue cuando el segundo susto de esta anécdota ocurrió: Un tipo encargado de la seguridad nos anunció que si no nos encontrábamos en lista, teníamos que presentar nuestro pase.

Obviamente esto jodió el plan que habíamos pensado, la situación proyectada no había salido como lo esperábamos, por lo que nuevamente comenzamos a plantear una serie de posibilidades acerca de lo que podíamos hacer.

La situación era la siguiente: Éramos yo, Oscar y Anthony, mientras Oscar estaba en lista, Anthony tenía su pase en mano, el único que se encontraba jodido era yo, por lo que solamente existían dos vertientes, o bien lográbamos de alguna manera y con una táctica a la misión imposible evitar a la seguridad y lograr entrar al salón sin problemas, o bien esperar a la quinceañera en la recepción (en compañía de Oscar, porque era al único que conocía de los 3), y aunque admito que creí que me darían la espalda y serían lo suficientemente culeros como para dejarme ahí, Oscar sugirió que intentáramos entrar como si nada y si nos regresaban, que él esperaría conmigo para pedirle a la quinceañera que nos dejara entrar.

A pesar de que nos esperábamos lo peor, tratamos de no mostrarnos nerviosos, aunque con cada peldaño de la escalera de cristal que subíamos nos moríamos por dentro cada vez más, hasta que luego de lograr llegar a la cima, conseguimos entrar sin ningún problema al lugar al tiempo de que exhalábamos un gran suspiro de alivio.

Una vez arriba, visualizamos el lugar: era medianamente amplio, con mesas de cristal alrededor de la pista igualmente de cristal y adornada con luces, unas mesas acolchonadas de cuero blanco hasta los extremos donde se sentarían los jóvenes, tras la pista el escenario donde estaban los equipos de audio y la banda y un curioso papel tapiz pegado en las paredes, que evocaba a los castillos de la época victoriana.

Sin prestarle mucha atención a todas esas cosas, nos adentramos en el lugar y nos sentamos en las mesas acolchonadas para relajarnos un poco de la tensa situación que nos había acontecido. Posteriormente, comenzaron a llegar unos conocidos del primer año, a los que ofrecimos encarecidamente que nos hicieran compañía. Las chicas también comenzaron a llegar pero se sentaron con la bolita de su salón en la mesa contigua. El plan iba bien, era sólo cuestión de tiempo, así que para empezar la noche bien, llamamos al mesero y le pedimos una ronda de bebidas. Fue ahí cuando el tercer problema se presentó, pues el mesero nos dijo:

“Lo siento jóvenes, pero el papá de la quinceañera me mandó a que no sirviera bebidas alcohólicas a ninguno de los muchachos”

Y a pesar de que intenté utilizar mi poder de convencimiento y mi facilidad del habla para explicar que éramos mayores de edad, no nos creyó, sin embargo, Anthony quien se veía como el mayor de nosotros 3 (aunque realmente es el menor), consiguió que nos trajeran un trago de margarita, el cual bebimos entre nosotros.

Luego de que el mesero nos informó que dado que nosotros sólo éramos amigos de la quinceañera y no parte de su familia real, no éramos dignos de recibir cena sino que se nos darían simplemente aperitivos. Y aunque en primera instancia esto nos desagradó, al final nos sirvió de mucho puesto que mientras en la mesa de las chicas de primero sólo sirvieron comida para picar, en la nuestra sirvieron no sólo comida para picar, sino pastelillos, galletas y sushi.

Al ver esto, las chicas comenzaron a acercarse al por mayor, sin embargo, las únicas que realmente tienen algo relevante de lo qué narrarse en este artículo son sólo 3, a las que llamaremos Moon, Taiga (porque esta se parece a Taiga Aisaka de Toradora y aparte es otaku y gamer) y Shrek (porque su nombre está raro y me recuerda al nombre de este personaje). Ellas y compañía se presentaron con nosotros y comenzamos a platicar y a pedirnos si podían entrarle al sushi, a lo que accedimos.

Irónicamente, Taiga no sabía comer con palillos chinos, estaba picando el sushi para poder llevárselo a la boca, por lo que le enseñé a ella y a Oscar a usarlos, tuve suerte con Oscar pues él aprendió rápidamente, pero con Taiga… no tanto.

Luego de ese pequeño muy buen entremés que nos dimos, confluimos en que era hora de poner en marcha nuestro segundo plan: ir a fumar afuera y tal como lo esperábamos, las chicas nos siguieron afuera para seguir socializando y todo ese pedo.

El ligue.

Una vez en la terraza, a la que se accedía al atravesar un par de puertas de cristal, prendimos un cigarro para cada quién y uno que otro para las chicas, comenzamos a platicar y todo, y de repente, ocurrió el evento más relevante de la noche, el evento que definió y destinó a las parejas que no sólo estarían con nosotros ese día, sino también posteriores.

Las chicas al estar enfundadas en vestidos que dejaban descubiertos sus hombros y piernas, y al recibir directamente la fría brisa de la noche, comenzaron a decir que tenían frío y como yo específicamente estaba hablando con Moon, ocurrió lo siguiente:


-Yusei: Si tienes frío, ¿por qué no vas por tu abrigo?

-Moon: Es que no quiero ir hasta allá.


En ese momento, vi reflejada mi oportunidad, la diosa de la victoria me sonreía, así que desabotoné mi saco y tras quitármelo se lo extendí pidiéndole que lo usara para que entrara en calor, a lo que ella agradeció y me dijo que me quería y que era muy lindo… sí, todo eso por darle mi saco.

Quizás lo más hilarante de todo esto fue que todas las demás que tenían frío, se me quedaron viendo así de “¡Hijo de puta, yo también me estoy congelando aquí!”, sin embargo, Oscar le cedió su saco a Taiga y Anthony a Shrek, por lo que los sacos escogieron a nuestra pareja de esa noche y cada loco estuvo con su tema, cada quien platicó con su respectivo love interest.

Fue ahí cuando la cuarta contingencia de la noche ocurrió, Moon entonces vio a un tipo que disque conocía y luego se fue a platicar con él, y no conforme con eso, encima me mandó a que me entregaran el saco con un amigo… puta madre, por qué todas van contra mí.

En ese momento, incluso mis camaradas comenzaron a burlarse de mí, sin embargo, me mostré indiferente ante aquella situación, pues aunque a esa niña la tenía en un concepto de “santa”, esa imagen se fue desmintiendo y me fui haciendo una idea de que no era precisamente lo que se dice una chica bien.

Sorprendentemente y aunque usted no lo crea, Moon regresó a los 15 minutos y le cedí nuevamente mi saco, ella entonces mientras platicábamos comenzó a abrazarme y a recargar su cabeza contra mi hombro e incluso a morderme de una manera muy sexy y va de nuez, solamente por cederle mi saco.

En ese momento sentí que una vez más había burlado al trágico destino que me quería joder en esa noche y esbocé una sonrisa de oreja a oreja más o menos así.


He ganado... justo como lo planeé

Después de eso, de alguna manera acabé en una platica sexosa con Moon en la que me explicaba que no le gustaba que sus pechos fueran tan pequeños, pero que se compasaba con lo que tenía de “atrás”, a lo que yo simplemente asentía y sonreía.

Una vez nos acabamos nuestros cigarros, nos dijeron que la entrada de la quinceañera estaba a punto de empezar, por lo que regresamos al interior del salón a presenciar el espectáculo.

Yusei en el país de las maravillas.

Cada quien regresó a sus respectivos asientos y presenciamos la entrada de la quinceañera, que realmente a mí y a mis camaradas nos sacó de onda porque era una entrada fuera de lo convencional, tenía un tema que de alguna manera era una versión mórbida de Alicia en el País de las Maravillas. Toda la presentación no tenía ni pies ni cabeza, no entendíamos nada, primero un tipo cantando opera, después tipos en disfraces victorianos excéntricos en zancos que presentaban algo que nadie entendía, luego el vals con los chambelanes disfrazados de príncipes, luego dos chinos peleando… Era como si Tim Burton se hubiese drogado y hubiese plasmado en la realidad sus ideas más mórbidas.



Básicamente, esto era la presentación

Luego que todo eso finalmente acabó (y no es que haya durado poquito, pues duró cerca de 2 horas), seguimos con nuestra onda, nos tomamos una foto en la que Moon se sentó en mis piernas y posteriormente, fue el momento que todos (excepto yo) esperábamos, el tiempo de mover el bote.

Bailando por un sueño.

Realmente a la hora de bailar no sucedió nada relevante, básicamente empezamos bailando libremente, agradezco haber tomado 2 clases de salsa antes de eso, porque si no hubiese bailado a lo pendejo a la hora de bailar con Moon, quien a decir verdad bailó conmigo literalmente 1 minuto antes de irse.

El resto de la noche me la pasé bailando con Taiga, mientras Oscar hacía gala de sus habilidades de baile, sin embargo, debido al entusiasmo que le ponía yo no me quedaba atrás. Por su parte, Anthony se la pasó bailando con Shrek toda la noche y con el mismo ritmo siempre, y cuando digo siempre, es siempre. Eso y además de que no le importó que estuviésemos en un lugar donde debíamos dar una buena impresión, él siguió haciendo estupideces, cosa que no le ayudó mucho con Shrek.

Luego llegó la hora del hijo de puta payaso de rodeo, en el cual yo hice el ridículo más grande de mi vida pero pues ni pedo, eso me pasa por jugarle al cabrón y finalmente la hora del reggaetón, donde Moon empezó a perrear con Oscar y la quinceañera empezó a perrear con 3 tipos al mismo tiempo.

Aquí quiero hacer un pequeño paréntesis, o sea, ¡¿Los jefes de la quinceañera no dejan que tomemos alcohol pero sí permiten que su hija perree con 3 weyes al mismo tiempo?! ¡No chinguen!

Como sea, luego de eso Oscar y Anthony se fueron, yo me quise quedar para ver si podía hacer algo más con Moon, pero no se pudo ya que se la pasaron sentados el resto de la noche, por lo que luego de fumarme un par de cigarros con un gay (que por cierto, no sabía que era gay), decidí abrirme de ese lugar.

¿Qué ahí quedó todo y me fui como perro con la cola entre las patas? ¡No señor! En el periodo after party, cuando llegó nuevamente el momento de ir a la escuela, me hice amigo de la quinceañera y me empecé a llevar bien acá con Taiga y Shrek, respecto a Moon creí que lo suyo era fiebre de una sola noche, pero cuando vi que se andaba dando cariñitos con otros weyes de otros grupos y que cuando me saludó me mandó un beso, me di cuenta de que estaba equivocado y desde entonces somos amigos cariñositos, pero pues eso es otra historia.

Lo que realmente importa es que al final todo fue un éxito… Me muero de ganas por ir a los próximos XV años.


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